Los augurios fueron los mismos:
«El acontecimiento de la semana será el ingreso del sol en el signo de libra, el día veintidós, que dará paso al equinoccio de otoño en el hemisferio norte y al de primavera en el sur»
Y también el instinto de supervivencia…
Y las conversaciones a medias…
Y los saltos al vacío…
Tres piezas ajenas de un mismo ajedrez, con casi total seguridad, peones que avanzan a ciegas esquivando torres, reinas y alfiles, entre cuadros kilométricos bicolores repartidos por toda la geografía y, sin embargo, en contacto, posiblemente telepático, o animal, o instintivo (a saber) que de alguna extraña manera les permite saberse, incluso sin verse o tocarse, incluso sin oirse…una química cinestésica dificilmente explicable, pero cierta, que les torna más placentera la existencia porque esa certeza genera un cierto alivio: nunca se pierden los puntos de referencia.
Sigan haciendo juego…
Lo sabemos. Es. Lejos del tacto o de los días que fluyen, insistentes. Lejos de la barrera de los cuerpos, o las horas. Está allí, en el lugar intacto, dónde puedes reconocerte sin nombrarte.
Y tú, como la estrella del sur. Y yo, como un pescador cerca de las antípodas, vigilando el mar, para encontrarte y no perder mi ruta. Para saber que aún no estoy perdido